Mons.
Escudero defiende la vigencia del celibato y recuerda que no faltan vocaciones
donde reina la sana doctrina
Mons.
Rafael Escudero López-Brea, obispo prelado de Moyobamba (Perú) y padre sinodal,
realizó este martes una brillante intervención en la Congregación General del
Sínodo para la Amazonia en defensa del celibato e indicando los problemas que
plantea la propuesta del Instrumentum Laboris sobre la ordenación de hombres
Mons. Rafael afirmó que la ordenación de varones ancianos
casados, con la tarea de administrar los sacramentos, pero sin
las de enseñar y gobernar, separaría el munus
sanctificandi de
los munera regendi y docendi. Esto supondría
«una novedad en el plano eclesiológico, en la estructura
jerárquica-sacramental que la Iglesia tiene por mandato divino». En definitiva,
la reducción de la identidad del sacerdote católico lo llevaría a ser «un mero
funcionario de Misa».
Desde su
experiencia de obispo amazónico, insistió en la necesidad de «una
evangelización que anuncie a Jesucristo como único salvador de los hombres, de
los pueblos y las culturas».
Además, realizo
la siguiente observación: «no faltan hoy vocaciones y sacerdotes en
las diócesis
y congregaciones religiosas que se forman en la sana doctrina de
la Iglesia y viven una auténtica espiritualidad cristiana».
Transcripción
de las palabras de Mons. Rafael Escudero:
Un desafío importante de
la evangelización en la Amazonia es la carencia de sacerdotes que puedan
atender las comunidades católicas. La solución que propone el
Instrumentum Laboris es la de estudiar la posibilidad de ordenar varones
ancianos casados, concediéndoles sólo la tarea de administrar
los sacramentos, pero no dice nada de la tarea de enseñar y gobernar. En
consecuencia se hace una separación entre el munus
sanctificandi, el munus regendi y el munus docendi. De esta
manera se introduce una novedad en el plano eclesiológico, en la estructura
jerárquica-sacramental que la Iglesia tiene por mandato divino. Se
propone una nueva visión del Orden que no procede de la Revelación,
sino de los usos culturales de los pueblos amazónicos que prevén, entre otros,
«una autoridad por rotación» (IL 127), y se invita a reconsiderar la
obligatoriedad del celibato. Los hombres ancianos casados ordenados
supondrían una especie de sacerdocio de segunda categoría y
se reduciría la identidad del sacerdote católico a una mera funcionalidad
sacramental. El sacerdote, de ser
pastor de la comunidad, fuente de consejo, maestro de vida cristiana, presencia
cercana de Cristo, pasaría a ser un mero funcionario de
Misa.
La Iglesia existe para evangelizar, nos recordaba San Pablo VI
en «Evangelii nuntiandi». La primera misión del Sínodo será ver cómo, con sumo
respeto, podemos evangelizar a quienes, por no conocer a Jesucristo, que es el
Camino, la Verdad y la Vida, viven sin respuesta a los grandes interrogantes
del ser humano. No podemos olvidar que la mayoría de los habitantes de la
Amazonía no son católicos: viven, por eso, privados de conocer el Amor infinito
que es Jesucristo. Lo urgente es evangelizar en profundidad
enviando los mejores sacerdotes, religiosos y laicos de las diócesis y
congregaciones religiosas que dispongan de más agentes
pastorales. Una evangelización que anuncie a Jesucristo como único salvador de
los hombres, de los pueblos y las culturas, que cree comunidades donde se viva
intensamente la fe católica probada.
La formación de animadores y catequistas es fundamental para
poder mantener vivas esas comunidades hasta que éstas puedan contar con
sacerdotes propios. Los obispos y sacerdotes de la Amazonía hemos de esmerarnos
más en la formación integral de los animadores y en la pastoral vocacional. Y de
un pueblo evangelizado y bien formado surgirán carismas y, entre ellos, el del
celibato para el sacerdocio.
Hay penuria eucarística en
la Amazonia y en muchos lugares del mundo, pero no faltan hoy vocaciones y sacerdotes en
las diócesis y congregaciones religiosas que se forman en la sana doctrina de
la Iglesia y viven una auténtica espiritualidad cristiana.
Sí
existe una deficiente distribución de los sacerdotes y tenemos necesidad de
dedicarnos a nuestro ministerio esencial: orar, predicar, celebrar los
sacramentos y expulsar los demonios. Hay demasiados obispos y sacerdotes en
las diócesis dedicados a tareas que no le son tan propias como
la administración, el profesorado, las secretarías. Es hora que nosotros, como
decían ya los Apóstoles, «nos dediquemos más a la oración y a la predicación de
la Palabra» (Hch 6,4).
Mons. Escudero no
fue el único padre sinodal en defender la vigencia del celibato sacerdotal
en el sínodo. También lo hicieron según informa Aci Prensa, los cardenales
Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino
y la Disciplina de los Sacramentos; y Peter Turkson, prefecto
del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Igualmente Mons.
Emiliano Antonio Cisneros Martínez, Obispo de Chachapoyas (Perú); Mons.
Waldo Rubén Barrionuevo Ramírez, Vicario Apostólico de Reyes
(Bolivia); y el sacerdote salesiano Martín Lasarte
Topolanski.
No hay comentarios:
Publicar un comentario