domingo, 21 de julio de 2019

Estrategias del Nuevo Orden Mundial: Fray Nelson, OP


Llamamos Nuevo Orden Mundial (NOM) a una serie de tendencias ideológicas, disposiciones legales y cambios masivos en la escala de valores de naciones enteras, según patrones que vemos repetirse en muy diversos lugares, a una escala que solo podemos llamar global.

Es difícil establecer qué clase de poderes centrales están detrás del NOM, en buena parte porque la eficacia de su modo de obrar también depende de mantenerse ocultos y actuar detrás de poderes que la gente considera legítimos.

Lo que sí podemos asegurar es que hay unas siete estrategias repetidas a las que hay que conocer y de las que hay que advertir:

1. El Neo-marxismo. Imitando el modo de obrar del antiguo marxismo, el neomarxismo se fija en sectores de la población que puedan sentirse vulnerados o menospreciados y trata de despertar en ellos conciencia de clase y alianzas fuertes para conquistar el poder. Esta estrategia se ha observado en un número de comunidades que siguen la Teología de la Liberación, y también en el lobby lgbt y en la mayor parte de los movimientos feministas.

2. La socialización de la adicción. Los gobiernos saben que los efectos propios de las adicciones favorecen el esquema social de “esclavos felices” que serán incapaces de resistir, organizarse o cambiar la dinámica del poder. Estos efectos son: el individualismo y la notable disminución de las capacidades intelectuales y volitivas. Por eso al NOM le sirve que pronto seamos adictos de la marihuana, la pornografía, el juego, el licor, o lo que sea.

3. El racionalismo y el cientificismo. Se trata de “inflamaciones” de la capacidad racional del ser humano, que quiere tomar como criterio último de verdad lo que puede entender y controlar, o lo que puede verificar empíricamente. Esto sirve al NOM para desconectar a las personas de los valores tradicionales de sus familias, y sobre todo, de la fe católica. Además, el cientificismo consagra como “sacerdotes” de una nueva autoridad social a quienes presenten algo–cualquier cosa, incluso mentiras patentes–como “dato científico.”

4. El subjetivismo-relativismo. Lo propio del subjetivismo es afirmar que todas las opiniones son igualmente respetables por el hecho de que todas las personas son igualmente respetables. De ese modo, la atmósfera subjetivista renuncia a la verdad, o más frecuentemente, exacerba el valor de ciertas verdades y derechos mientras que omite gravemente a otros. De nuevo, la consecuencia es: desconectar a las personas y aislarlas en sus criterios y gustos, para hacerlas más vulnerables y manipulables.

5. Desactivación o debilitamiento de las instancias intermedias: soledad del individuo frente al poder del Estado. Es decir, agrietar el derecho de asociación. Fundamentalmente se trata de que el individuo esté SOLO, desconectado de la ley, de la familia, del pasado, de la Iglesia, para que cada uno de nosotros sea solo un consumidor del Mercado y un ciudadano del Estado. Así aislados, podremos gruñir o lamentarnos pero no reaccionar de modo eficaz: nuestra voz será ahogada en la cacofonía de quienes repiten los discursos políticamente correctos.

6. Uso de astuto de verdades parciales. Confirmación y divulgación masiva de “paquetes” de hechos verdaderos, y a la vez sucios y vergonzosos, que afianzan la idea de que la existencia misma de la Iglesia es un daño para la sociedad y que la Iglesia de ningún modo puede ser creíble. Es lo que se ha hecho con esos informes que recogen décadas de denuncias de abusos de sacerdotes. Por supuesto, los inmensos bienes que ha traído la fe quedan en silencio.

7. Infiltración de enemigos de la Iglesia dentro del clero católico para destruir desde dentro. Paralelamente, y en clara simbiosis, establecimiento de círculos de homosexualidad masculina, como filtros que controlan quién logra o sostiene posiciones de gobierno en la Iglesia.

CARDENAL BRANDMÜLLER: DEBE SER CONSIDERADO HERÉTICO «EL INSTRUMENTUM LABORIS PARA EL SÍNODO DE LA AMAZONIA CONSTITUYE UN ATAQUE A LOS FUNDAMENTOS DE LA FE »

CARDENAL WALTER BRANDMÜLLER


CARDENAL BRANDMÜLLER: DEBE SER CONSIDERADO HERÉTICO «EL INSTRUMENTUM LABORIS PARA EL SÍNODO DE LA AMAZONIA CONSTITUYE UN ATAQUE A LOS FUNDAMENTOS DE LA FE »

Introducción

Realmente causa asombro que, en oposición a las asambleas anteriores, esta vez el sínodo de los obispos trate exclusivamente de una región de la tierra cuya población es la mitad de la población de Ciudad de México, es decir, cuatro millones. Esto también levanta sospechas sobre las verdaderas intenciones, que se quieren poner en marcha de manera subrepticia. Pero lo que tenemos que preguntarnos, sobre todo, es cuáles son los conceptos de religión, de cristianismo y de la Iglesia que son la base del «Instrumentum Laboris» recientemente publicado. Examinaremos todo esto con la ayuda de elementos individuales extraídos del texto.

¿Por qué un sínodo sobre este región?

Para empezar debemos preguntarnos por qué un sínodo de los obispos tiene que tratar temas que, como mucho, tienen que ver con los Evangelios y la Iglesia sólo de manera marginal, como es ahora el caso con las ¾ partes del «Instrumentum Laboris». Obviamente, este sínodos de los obispos también está llevando a cabo una intrusión agresiva en los asuntos puramente mundanos del Estado y la sociedad de Brasil. Deberíamos preguntarnos: ¿qué tienen que ver la ecología, la economía y la política con el mandato y la misión de la Iglesia?

Y sobre todo, ¿qué experiencia profesional autoriza a un sínodo eclesial de los obispos a hacer declaraciones en estos ámbitos?

Si de verdad el sínodo de los obispos va a dar este paso, estaría sobrepasando los límites y sería una presunción clerical, que las autoridades estatales deberían, con motivo, rechazar.

Sobre las religiones naturales y la inculturación

Hay que tener presente otro elemento que se encuentra en todo el «Instrumentum Laboris», a saber: la valoración muy positiva que se hace de las religiones naturales, incluyendo las prácticas de sanación indígenas y similares; sí, incluso las prácticas y formas de culto mítico-religiosas. Se habla incluso del diálogo con los espíritus en el contexto de una llamada a la armonía con la naturaleza (n. 75).

No es sólo el ideal del «buen salvaje» tal como lo presentaron Rousseau y la Ilustración el que se está comparando con el decadente hombre europeo. Esta línea de pensamiento va más allá, hasta llegar al siglo XX, cuando culmina en una idolatría panteísta de la naturaleza. Hermann Claudius (1913) creó el himno del movimiento obrero socialista: «Cuando caminamos uno al lado del otro», una estrofa del cual dice lo siguiente: «El verde de los abedules y el verde de las semillas, que la anciana Madre Tierra siembra a manos llenas, con un gesto de súplica para que el hombre sea suyo…». Es llamativo que este texto fuera incluido más tarde en el libro de cantos de la juventud hitleriana, probablemente porque correspondía al mito de «la sangre y la tierra» del nacionalsocialismo. La proximidad ideológica es asombrosa. Este rechazo anti-racional a la cultura «occidental» que resalta la importancia de la razón es típico del «Instrumentum Laboris», que habla, respectivamente, de la «Madre Tierra» en el n. 44 y del «grito de dolor de la tierra y de los pobres» en el n. 101.

En consecuencia, el territorio -es decir, la junglas de la región amazónica- es incluso declarado «locus theologicus», una fuente especial de la Divina Revelación. En él habría lugares epifánicos en los que se manifiestan las reservas de vida y de sabiduría para el planeta, que hablan de Dios (n. 19). Además, la consiguiente regresión del Logos al Mythos es elevada a criterio de lo que el «Instrumentum Laboris» llama la inculturación de la Iglesia. El resultado es una religión natural disfrazada de cristianismo.

La noción de inculturación es, aquí, literalmente pervertida, puesto que significa lo contrario de lo que la Comisión Teológica Internacional presentó en 1988, y de lo que había enseñado anteriormente el decreto «Ad Gentes» del Concilio Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia.

Sobre la abolición del celibato y la introducción del sacerdocio femenino

Es imposible esconder que este «sínodo» quiere implementar sobre todo los dos proyectos más deseados y que hasta ahora no han sido nunca puestos en marcha, a saber: la abolición del celibato y la introducción del sacerdocio femenino, empezando por las diaconisas. En cualquier caso, se trata de tener «en cuenta el papel central que hoy desempeñan las mujeres en la Iglesia amazónica» (n. 129a3). Y se trata también de «abrir nuevos espacios para recrear ministerios adecuados a este momento histórico. Es el momento de escuchar la voz de la Amazonía…» (n. 43).

Pero aquí se omite el hecho de que no está en poder de la Iglesia administrar el sacramento del orden a las mujeres, tal como también declaró Juan Pablo II con la mayor autoridad magisterial. De hecho, en dos mil años la Iglesia nunca ha administrado el sacramento del orden a una mujer. La petición, que se opone de manera directa a este hecho, demuestra que la palabra «Iglesia» es utilizada exclusivamente como término sociológico por los autores del «Instrumentum Laboris», negando implícitamente el carácter sacramental-jerárquico de la Iglesia.

Sobre la negación del carácter sacramental-jerárquico de la Iglesia

De manera similar -aunque expresado de pasada-, el n. 127 contiene un ataque directo a la constitución jerárquico-sacramental de la Iglesia cuando se pregunta si no sería oportuno «reconsiderar la idea de que el ejercicio de la jurisdicción (potestad de gobierno) ha de estar vinculado en todos los ámbitos (sacramental, judicial, administrativo) y de manera permanente al sacramento del orden». Desde una visón tan equivocada deriva, en el n. 129, la llamada a la creación de nuevos ministerios que correspondan a las necesidades de los pueblos amazónicos.

Sin embargo, es en el ámbito de la liturgia, del culto, en el que la ideología de una inculturación falsamente comprendida encuentra su expresión de una manera especialmente llamativa. Aquí, algunas formas de las religiones naturales son asumidas positivamente. El «Instrumentum Laboris» no se echa atrás a la hora de pedir que «el pueblo pobre y sencillo» pueda expresar «su (!) fe a través de imágenes, símbolos, tradiciones, ritos y demás sacramentales» (!!) (n. 126e).

Esto, ciertamente, no corresponde a los preceptos de la Constitución «Sacrosanctum Concilium», como tampoco a los del Decreto «Ad Gentes» sobre la actividad misionera de la Iglesia, y demuestra una comprensión meramente horizontal de la liturgia.

Conclusión

Summa summarum: el «Instrumentum Laboris» carga al Sínodo de los Obispos y, en última instancia, al papa, con una seria violación del «Depositum fidei», lo que significa, en consecuencia, la autodestrucción de la Iglesia o el cambio del «Corpus Christi mysticum», convertido en una ONG secular con una tarea ecológica-social-psicológica.

Obviamente, después de estas observaciones se plantean preguntas: ¿se puede deducir, sobre todo en lo que respecta a la estructura sacramental-jerárquica de la Iglesia, una ruptura decisiva con la Tradición Apostólica en cuanto constitutiva para la Iglesia? ¿O los autores tienen, más bien, una idea del desarrollo de la doctrina que es sostenida teológicamente con el fin de justificar susodicha ruptura?

Este parece ser claramente el caso. Estamos asistiendo a una nueva forma del Modernismo clásico de principios del siglo XX. En esa época se empezaba con un enfoque decididamente evolutivo y después se defendía la idea que, en el curso del continuo desarrollo del hombre a grados más altos, deben encontrarse en consecuencia también niveles más elevados de conciencia y de cultura, por lo que puede resultar que lo que era falso ayer puede ser verdadero hoy. Esta dinámica evolutiva se aplica también a la religión, es decir, a la conciencia religiosa con sus manifestaciones en la doctrina, el culto y, obviamente, también en la moral.

Aquí, por lo tanto, se presupone una comprensión del desarrollo del dogma que está en clara oposición a la comprensión católica genuina, que comprende el desarrollo del dogma y de la Iglesia no como un cambio, sino más bien como un desarrollo orgánico de un tema que permanece fiel a su propia identidad.

Esto es lo que los Concilios Vaticanos I y II nos enseñan con sus Constituciones «Dei Filius», «Lumen Gentium» y «Dei Verbum».

Hay que afirmar con determinación que el «Instrumentum Laboris» contradice la enseñanza vinculante de la Iglesia en puntos decisivos y que, por consiguiente, debe ser considerado herético. En la medida en que incluso la Divina Revelación es puesta en duda, o malinterpretada, se debe también hablar de apostasía.

Esto está aún más justificado a la luz del hecho de que el «Instrumentum Laboris» utiliza una noción meramente inmanentista de la religión, y considera la religión como el resultado y la forma de expresión de la experiencia espiritual personal del hombre. El uso de palabras y nociones cristianas no puede ocultar que estas son utilizadas sólo como palabras vacías, a pesar de su significado original.

El «Instrumentum Laboris» para el Sínodo de la Amazonia constituye un ataque a los fundamentos de la fe de una manera impensable hasta ahora, por lo que debe ser rechazado con la máxima firmeza.

Cardenal Walter Brandmüller

Traducido al español y publicado en Settimo Cielo

CARDENAL GERHARD MULLER EXPLICA LOS ERRORES DEL DOCUMENTO DEL SÍNODO AMAZÓNICO

Cardenal Gerhard Müller, Prefecto Emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe

Por INFOVATICANA | 16 julio, 2019

InfoVaticana publica hoy, en colaboración con medios de todo el mundo y de manera simultánea, la declaración que el cardenal Müller ha emitido analizando el Instrumentum Laboris del Sínodo para la Amazonía que se celebrará en Roma el próximo mes de octubre.

«Pues nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo» (1 Cor 3, 11)

Sobre el concepto de Revelación presente en el Instrumentum Laboris del Sínodo para la Amazonía


Cardenal Gerhard Müller

1. Sobre el método del Instrumentum Laboris (IL)

Nadie podría cuestionar la buena voluntad de quienes están implicados en la preparación e implementación del sínodo y su intención de hacer todo lo posible para animar la fe católica entre los habitantes de esta amplia región de fascinante paisaje.

La región amazónica representa para la Iglesia y para el mundo «un pars pro toto, un paradigma, una esperanza para el mundo» (IL 37). Ya esta asignación de su tarea demuestra la idea de un desarrollo «integral» de todos los hombres en la única casa que es la Tierra, de la que la Iglesia se declara ser responsable. Esta idea la encontramos una y otra vez en el Instrumentum Laboris (IL). El propio texto está dividido en tres partes: 1) La voz de la Amazonía; 2) Ecología integral: el clamor de la tierra y de los pobres; 3) Iglesia profética en la Amazonía: desafíos y esperanzas. Estas tres partes están construidas según el esquema que también utiliza la Teología de la Liberación: ver la situación – juzgar a la luz de los Evangelios – actuar para establecer mejores condiciones de vida.

2. Ambivalencia en la definición de los términos y los objetivos

Como suele suceder con textos que han sido escritos por un grupo de trabajo, siempre hay equipos de personas que tienen un modo de pensar similar, en los que cada uno trabaja una parte, lo que da como resultado algunas tediosas redundancias. Si se eliminaran todas las repeticiones, el texto quedaría fácilmente reducido a la mitad, incluso menos.

Sin embargo, el problema principal no es la excesiva longitud del texto, sino el hecho de que no se aclara el significado de los términos clave, que son utilizados de manera inflacionaria: ¿qué es un camino sinodal, qué es desarrollo integral, qué significa una Iglesia samaritana, sinodal y abierta, o una Iglesia de apertura, la Iglesia de los pobres, la Iglesia del Amazonas, etc.? ¿Es esta Iglesia distinta al Pueblo de Dios, o hay que considerarla meramente como la jerarquía del papa y los obispos, o es parte de ella, o está en el lado opuesto a la gente? ¿Es el Pueblo de Dios un término sociológico o teológico? ¿O no es, más bien, la comunidad de los fieles que, junto a sus pastores, están en peregrinación hacia la vida eterna? ¿Son los obispos los que tiene que oír el clamor del pueblo, o es Dios el que, tal como hizo con Moisés durante la esclavitud de Israel en Egipto, les dice ahora a los sucesores de los apóstoles que guíen a los fieles fuera del pecado y de la maldad del naturalismo e inmanentismo secular hacia la Palabra de Dios y los Sacramentos de la Iglesia?

3. Cambio en la hermenéutica

¿Ha sido entregada la Iglesia de Cristo por su Fundador, como si se tratara de un material en bruto, en las manos de los obispos y los papas para que así estos, iluminados ahora por el Espíritu Santo, la reconstruyan haciendo de ella un instrumento actualizado con fines también seculares?


La estructura del texto presenta un giro radical en la hermenéutica de la teología católica. La relación entre Sagrada Escritura y Tradición Apostólica por un lado, y el Magisterio de la Iglesia por otro, ha sido determinado clásicamente de tal modo que la Revelación está plenamente contenida en la Sagrada Escritura y la Tradición, mientras que es tarea del Magisterio -unido al sentido de fe de todo el pueblo de Dios- interpretarla de manera auténtica e infalible. Así, la Sagrada Escritura y la Tradición son los principios constitutivos del conocimiento para la profesión católica de fe y su reflejo teológico-académico. El Magisterio, por su parte, es meramente activo de una manera interpretativa y reguladora (Dei Verbum 8-10; 24).

En el caso del IL, sin embargo, es exactamente lo opuesto. Toda la línea de pensamiento se vuelve autorreferencial y circula en torno a los últimos documentos del Magisterio del papa Francisco, con algunas escasas referencias a Juan Pablo II y Benedicto XVI. Se cita poco la Sagrada Escritura y casi nada a los Padres de la Iglesia, sólo de manera ilustrativa y con el fin de apoyar convicciones que ya son preexistentes por otras razones. Tal vez se desea así mostrar una especial lealtad al papa, o tal vez se crea que es posible evitar los desafíos del trabajo teológico cuando se hacen constantes referencias a palabras clave muy conocidas, y a menudo repetidas, que los autores llaman, de una manera bastante chapucera, «el mantra de Francisco» (IL 25). Este halago es llevado a su extremo cuando los autores añaden, después de afirmar que «el sujeto activo de la inculturación son los mismos pueblos indígenas» (IL 122), la extraña formulación, a saber: «Como ha afirmado el papa Francisco ‘la gracia supone la cultura'». Como si hubiera sido él quien ha descubierto este axioma, que es en realidad un axioma fundamental de la propia Iglesia católica. En el original, la Gracia supone la Naturaleza, del mismo modo que la Fe supone la Razón (véase santo Tomás de Aquino, S. th. I q.1 a.8).

Además de confundir los papeles del Magisterio por un lado, y de la Sagrada Escritura por el otro, el IL llega hasta el punto de afirmar que hay nuevas fuentes de la Revelación. IL 19 afirma: «Además, podemos decir que la Amazonía -u otro espacio territorial indígena o comunitario- no es solo un ubi (un espacio geográfico), sino que también es un quid, es decir, un lugar de sentido para la fe o la experiencia de Dios en la historia. El territorio es un lugar teológico desde donde se vive la fe, es también una fuente peculiar de revelación de Dios. Esos espacios son lugares epifánicos en donde se manifiesta la reserva de vida y de sabiduría para el planeta, una vida y sabiduría que hablan de Dios». Si aquí se declara que un cierto territorio es «una fuente secular de revelación de Dios», entonces tenemos que afirmar que es una enseñanza falsa, puesto que durante dos mil años la Iglesia católica ha enseñado de manera infalible que la Sagrada Escritura y la Tradición Apostólica son las únicas fuentes de la Revelación y que no se puede añadir ninguna otra Revelación a lo largo de la historia. Como afirma Dei Verbum, «no hay que esperar ya ninguna revelación pública» (4). La Sagrada Escritura y la Tradición son las únicas fuentes de la Revelación, tal como explica Dei Verbum en el n. 7: «Por consiguiente, esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verlo cara a cara». «La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia» (Dei Verbum 10).

Además de estas desconcertantes afirmaciones y referencias, la organización Rete Ecclesiale Panamazzonica (=REPAM) -a la que se le encargó la preparación del IL, en virtud de lo cual fue fundada en 2014-, así como los autores de la llamada Theologia india, normalmente se citan a ellos mismos.

Es una sociedad cerrada de personas con el mismo punto de vista sobre el mundo, tal como se puede observar fácilmente en la lista de nombres de los encuentros pre-sinodales que tuvieron lugar en Washington y Roma, que contiene un número desproporcionadamente alto de europeos de habla alemana.

Son inmunes a las objeciones serias porque estas pueden estar basadas sólo en un doctrinarismo y dogmatismo monolítico, o en un ritualismo (IL 38; 110; 138), así como en un clericalismo que es incapaz de dialogar (IL 110), y en el rígido modo de pensar de los fariseos y en el orgullo de la razón de los escribas. Razonar con estas personas sería una pérdida de tiempo y un esfuerzo vano.

No todos ellos tienen experiencia con Sudamérica y están presentes sólo porque siguen la línea oficial y controlan los temas del camino sinodal que han emprendido la Conferencia Episcopal alemana y el Comité Central de los católicos alemanes (abolición del celibato, acceso de las mujeres al sacerdocio y a posiciones clave contra el clericalismo y fundamentalismo, adaptar la moralidad sexual revelada a la ideología de género y apreciación de las prácticas homosexuales).

Yo he estado en servicio en el campo pastoral y teológico en Perú y otros países durante quince años consecutivos, cada 2-3 meses. Estaba mayormente en parroquias y seminarios sudamericanos, por lo que mi juicio no tiene una mera perspectiva eurocéntrica, tal como algunos desearían reprocharme.

Todos los católicos estarán de acuerdo con una importante intención del IL, a saber: que los pueblos de la Amazonía no sigan siendo objeto del colonialismo y neocolonialismo, sujetos a fuerzas que sólo piensan en el provecho y el poder, a costa de la felicidad y la dignidad de los demás. Está claro para la Iglesia, la sociedad y el Estado que la gente que vive allí -sobre todo nuestros hermanos y hermanas católicos-, son iguales y libres en sus vidas y trabajos, su fe y su moralidad, y esto es nuestra responsabilidad común ante Dios. Pero, ¿cómo se puede alcanzar?

4. El punto de partida es la Revelación de Dios en Jesucristo

Sin duda, la proclamación del Evangelio es un diálogo, que corresponde a la Palabra (=Logos) de Dios dirigida a nosotros y nuestra respuesta en el don libre de la obediencia a la fe (Dei Verbum 5). Porque la misión viene de Cristo el Dios-Hombre y porque Él pasó Su Misión desde el Padre a Sus Apóstoles, las alternativas del enfoque dogmático «desde arriba» hacia el enfoque pedagógico-pastoral «desde abajo» no tienen sentido, sólo si se rechaza el «principio divino-humano del caso pastoral» (Franz Xaver Arnold).

Pero el hombre es el destinatario del mandato misionero universal de Jesús (Mateo 28, 19), «el mediador universal y único de la salvación entre Dios y toda la humanidad» (Juan 14, 6; Hechos 4, 12; 1 Tim 2, 4 sig.) y el hombre puede reflexionar, con la ayuda de la razón, sobre el sentido de la vida entre el nacimiento y la muerte, y su vida está sacudida por las crisis existenciales de la existencia humana, y pone su esperanza, en la vida y en la muerte, en Dios, el origen y la meta de todo ser.

Una cosmovisión con sus mitos y el mágico ritual de la Madre «Naturaleza», o de sus sacrificios a los «dioses» y espíritus que nos causan un gran miedo, o que nos tientan con falsas promesas, no pueden ser un enfoque adecuado para la venida del Dios Trino en Su Palabra y en Su Espíritu Santo. Mucho menos puede ser un enfoque con un punto de vista científico-positivista de una burguesía progresista que acepta el cristianismo como un cómodo vestigio de valores morales y ritos civiles-religiosos.

Seamos serios, ¿acaso en la formación de los futuros pastores y teólogos debe sustituirse el conocimiento de la filosofía clásica y moderna, de los Padres de la Iglesia, de la teología moderna y de los concilios por la cosmovisión amazónica y la sabiduría de los antepasados con sus mitos y rituales?

Si la expresión «cosmovisión» significa sólo que todas las cosas creadas son interdependientes, es un tópico. Debido a la sustancial unión del cuerpo y el alma, el hombre está en el cruce del entramado del espíritu y la materia. Pero la contemplación del cosmos es sólo la ocasión para glorificar a Dios y su maravilloso trabajo en la naturaleza y la historia. El cosmos, sin embargo, no tiene que ser adorado como Dios; sólo el Creador debe serlo. No nos arrodillamos ante el enorme poder de la naturaleza y ante «los reinos del mundo y su gloria» (Mateo 4, 8), sino sólo ante Dios: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto» (Mateo 4, 10). Es así como Dios rechazó al diabólico seductor en el desierto.

5. La diferencia entre la Encarnación de la Palabra y la inculturación como vía de evangelización

La «teología indígena y la ecoteología» (IL 98) son un invento de los románticos sociales. La teología es la comprensión (intellectus fidei) de la Revelación de Dios en Su Palabra en la Profesión de Fe de la Iglesia, y no una nueva y continua mezcla de sentimientos del mundo y de puntos de vista del mundo o de constelaciones religioso-morales del sentimiento cósmico todo-en-uno, la mezcla de los sentimientos del propio yo con los del  mundo (hen kai pan). Nuestro mundo natural es la creación de un Dios Personal. La fe en el sentido cristiano es, por lo tanto, el reconocimiento de Dios en Su Palabra Eterna que se hizo Carne: es la iluminación del Espíritu Santo para que reconozcamos a Dios en Cristo. Con la fe, se nos comunican las virtudes sobrenaturales de la esperanza y la caridad. Así es como nos comprendemos a nosotros mismos como hijos de Dios, quien, a través de Cristo, llama a Dios en el Espíritu Santo, Abba, Padre (Rom 8, 15). Depositamos nuestra confianza en Él, y Él nos convierte en Sus hijos, libres del miedo a las fuerzas elementales del mundo y a las apariencias demoníacas, dioses y espíritus, que con malicia nos esperan en el carácter impredecible de las fuerzas materiales del mundo.

La Encarnación es un hecho único en la historia que Dios determinó libremente con Su deseo universal de salvación. No es una inculturación, y la inculturación de la Iglesia no es una encarnación (IL 7;19;29;108). No fue Ireneo de Lyon, en su V libro Adversus haereses (IL 113), sino Gregorio Nacianceno el que formuló el principio: «quod non est assumptum non est sanatum – lo que no es asumido no es redimido» (Ep. 101, 32). Lo que significa la plenitud de la naturaleza humana contra lo afirmado por Apolinar de Laodicea (315-390), que pensaba que el Logos en la Encarnación sólo asumía una naturaleza, sin alma humana. Por esta razón la siguiente frase es totalmente abstrusa: «La diversidad cultural reclama una encarnación más real para asumir diversos modos de vida y culturas». (IL 113)

La Encarnación no es el principio de una adaptación cultural secundaria, sino el principio principal de la salvación concreta en la «Iglesia como sacramento de salvación del mundo en Cristo» (Lumen Gentium 1, 48), en la profesión de fe de la Iglesia, en sus siete sacramentos y en su episcopado con el papa a la cabeza, en sucesión apostólica.

Los ritos secundarios de las tradiciones de los pueblos pueden ayudar a inculcar la cultura de los sacramentos, que son los medios de salvación instituidos por Cristo. Sin embargo, no pueden ser independientes porque, por ejemplo, de repente costumbres matrimoniales pueden convertirse en más importantes que la Palabra-Sí [“Ja-Wort”], constitutiva del Sacramento del matrimonio. Los signos sacramentales, instituidos por Cristo y los apóstoles (símbolos de palabra y materiales) no pueden cambiarse a cualquier precio. El bautismo es administrado de manera válida sólo si es en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y con agua natural. Y en la Eucaristía no se puede reemplazar con comida local el pan hecho de trigo y el vino hecho con uva. Hacerlo no sería inculturación, sino una inadmisible interferencia con el deseo de Jesús como fundador [“Stiftungswillen”] y también sería destruir la unidad de la Iglesia en su centro sacramental.

Cuando la inculturación se refiere a la celebración externa secundaria del culto divino y no a los sacramentos -que es ex opere operato, a través de la presencia viva de Cristo, el fundador y el verdadero dador de Gracia en estos signos sacramentales-, entonces la siguiente frase es escandalosa, o como mínimo, desconsiderada: «Sin esta inculturación la liturgia puede reducirse a una ‘pieza de museo’ o ‘una posesión de pocos'». (IL 124)

Dios no sólo está en todas partes y presente de igual manera en todas las religiones, como si la Encarnación fuera meramente un fenómeno típico mediterráneo. De hecho, Dios como Creador del mundo está presente como un todo y en cada corazón humano individualmente (Hechos 17, 27 y sig.), incluso si los ojos del hombre a menudo están cegados por el pecado, y sus oídos están sordos al Amor de Dios. Pero Él viene por medio de la Revelación de sí mismo en la historia de Su pueblo elegido, Israel, y viene a nosotros en su Palabra Encarnada y en el Espíritu que infundió en nuestros corazones. Esta comunicación de sí mismo que hace Dios como Gracia y vida de cada hombre se difunde en el mundo mediante la proclamación de la Iglesia de su vida y su culto, es decir, mediante la misión en el mundo según el mandato universal que recibió de Cristo.

Sin embargo, Él se anticipa y trabaja con la ayuda de la Gracia en los corazones de esos hombres que aún no le conocen expresamente y por Su nombre, por lo que, cuando oyen hablar de Él en la proclamación apostólica, pueden identificarle como el Señor Jesús, en el Espíritu Santo (1 Cor 12, 3).

6. El criterio de discernimiento: la comunicación histórica de Dios en Jesucristo

Lo que falta en el IL es un testimonio claro de la comunicación de Dios en el verbum incarnatum, de la sacramentalidad de la Iglesia, de los Sacramentos como medio objetivo de la Gracia en lugar de meros símbolos autorreferenciales, del carácter sobrenatural de la Gracia, por lo que la integridad del hombre no consiste sólo en la unidad con una bio-naturaleza, sino en la Filiación Divina y en la comunión llena de gracia con el Espíritu Santo y, por lo tanto, en el hecho de que la vida eterna es el premio por la conversión a Dios, la reconciliación con Él, y no sólo con el medio ambiente y nuestro mundo compartido.

No se puede reducir el desarrollo integral sólo al suministro de recursos materiales. Porque el hombre recibe su nueva integridad sólo mediante la perfección en la Gracia; ahora en el Bautismo, por el que nos convertimos en nuevas criaturas y en hijos de Dios, y un día en la Visión Beatífica en la comunidad del Padre, y el Hijo, y del Espíritu Santo y en comunión con Sus santos (1 Juan 1, 3; 3, 1 y sig.).

En lugar de presentar un enfoque ambiguo con una religiosidad vaga y un intento inútil de convertir al cristianismo en una ciencia de la salvación al sacralizar el cosmos y la biodiversidad de la naturaleza y la ecología, tenemos que mirar el centro y origen de nuestra fe: «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina» (Dei Verbum 2).

Traducido para InfoVaticana por Verbum Caro.

TEÓLOGO BENEDICTINO GIULIO MEIATTINI: EL INSTRUMENTUM LABORIS DEL SÍNODO DE LA AMAZONÍA PROPONE LO CONTRARIO DE LA IDEA MISMA DE FE CRISTIANA.


TEÓLOGO BENEDICTINO GIULIO MEIATTINI

Por Carlos Esteban | 12 julio, 2019

El Instrumentum Laboris del Sínodo de la Amazonía, que se celebrará en octubre, parece haber tocado un nervio. Después de que el cardenal Brandmüller lo tachase de “herético” y de ejercicio de “apostasía” y de que su colega Müller subiera la apuesta a “estupidez”, un teólogo benedictino lo califica de “cristianismo biodegradable”.

“La Persona de Cristo y Su Evangelio desaparecen; quedan literalmente devorados por la exuberante selva tropical”, comenta sobre el Instrumentum Laboris del Sínodo de la Amazonía el teólogo benedictino Giulio Meiattini, de la Abadía de Madonna della Scala en la localidad italiana de Bari, para quien el documento propone lo contrario de la idea misma de fe cristiana.

Publicado en el blog Duc in Altum del vaticanista Aldo Maria Valli, Meiattini, que califica de “cristianismo biodegradable” el modelo que presenta el Instrumentum Laboris, sostiene que “al leer este himno al paraíso amazónico en la tierra, es difícil comprender cómo y por qué esta porción de la humanidad necesitaría la fe en la Encarnación”.


Sus autores ni siquiera “se preocupan por dar alguna plausibilidad teológica o bíblica a lo que dicen”, señala, al tiempo que se muestra en completa sintonía con las palabras de Brandmüller, aunque matiza que hay en el documento más de apostasía incluso que de herejía.

Desde luego, insiste Meiattini, “no es un documento cristiano. “Dejemos clara una cosa: insertar algunas citas bíblicas en el epígrafe introductorio de algunos párrafos o usar palabras como “Iglesia”, “conversión” y “pastoral” no bastan para garantizar el carácter evangélico de un texto”.

El Instrumentum Laboris es el texto preparatorio que desarrolla la base de lo que se tratará en un sínodo, y normalmente acaba coincidiendo en lo fundamental con el documento con las conclusiones del mismo. Pero en este caso tal resultado sería desastroso si atendemos a las palabras de Meiattini, porque, por un lado, Su Santidad emitió en las fases finales del Sínodo de la Juventud un documento en el que calificaba de magisterial la doctrina emanada de los sínodos, una vez otorgada la sanción papal, y, por otro, que el actual Instrumentum representa “un abandono de la fe bíblica a cambio de algo diferente, con el cristianismo como una etiqueta falsificada. Un poco como esos productos que llevan la marca de la Unión Europea pero que realmente se han fabricado en China”.

La fascinación del documento con el “mundo de los primitivos”, es decir, con “la infancia de la humanidad”, incide el teólogo, delata una regresión infantil.

El monje intuye en el documento un paso más en una tendencia ideológica corriente en el mundo y que se insinúa cada vez más en la Iglesia. “Tras los intentos de los hijos de las flores, lo que ahora se propone es un modelo cultural más ecológicamente sostenible y tan poco neurótico como sea posible: la vida vuelta a sus orígenes, al arco y las flechas, a los rituales shamánicos de curación”.

“Si queda algo cristiano en este Instrumentum Laboris -concluye Meiattini-, es decir, algunas palabras y expresiones aquí y allá, tampoco hay que preocuparse: es indudablemente biodegradable”

viernes, 5 de julio de 2019

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MISAS GREGORIANA


La iglesia considera la Misa como la oración más poderosa de intercesión porque es el ofrecimiento perfecto de Cristo al Padre al hacer presente el Misterio Pascual de Su muerte y resurrección. Es una antigua tradición en la Iglesia que se pida una Misa por una intención específica, incluso cuando la persona no puede presente físicamente para la Misa.

La persona hace una donación, llamada estipendio, a un sacerdote o Comunidad Religiosa para la celebración de la Misa por una intención específica. Al hacer este ofrecimiento, la persona se une más íntimamente a Cristo quien se ofreció asimismo en la Sagrada Hostia, para obtener así frutos más abundantes. (Carta del Papa Pablo VI "Firma in Traditione" el 13 de junio de 1974). El ofrecer un estipendio es también una manera en la que el católico contribuye al servicio del sacerdote de la diócesis o comunidad religiosa.

El sacrificio de la Misa tiene un valor infinito y no hay una limitación en el número de intenciones que pueden ser ofrecidas en cualquier Misa. La Iglesia sin embargo, normalmente permite sólo una intención con cada estipendio para la Misa. Cuando una persona ofrece un estipendio, no significa que está comprando la gracia de la Misa, algo que es prácticamente imposible. Lo que ocurre, es que el sacerdote o comunidad religiosa, se compromete a celebrar una Misa por las intenciones de la persona que hizo el donativo. Se recomienda que la intención sea por el alma de una persona fallecida pero también pueden ser por las intenciones personales de personas vivas.

La Santa Misa es el mejor medio que tenemos:
  • Para ofrecer a Dios la mayor forma de adoración
  • Para agradecerle todas sus bendiciones
  • Para expiar nuestros pecados, recibir el perdón de los pecados veniales y ser preservados de futuros pecados
  • Para acrecentar nuestra unión con Dios
  • Para fortalecer la unidad de la Iglesia
  • Para obtener todas las bendiciones que deseamos (si lo que deseamos está en la voluntad de Dios)
  • Para ayudar a las almas del purgatorio y acortar nuestro propio tiempo allí
  • Para resguardarnos de todos los peligros del alma y el cuerpo
  • Para ser consolados a la hora de la muerte, porque en ese momento Su memoria será nuestra mayor consolación
  • Para interceder por nosotros ante el justo trono de Dios
  • Para traer a la tierra las bendiciones de Dios
  • Para entender mejor lo grande y sublime de la Pasión de Cristo y así, incrementar nuestro amor por Él

Las Misas Gregorianas es una serie de Santas Misas que tradicionalmente se ofrecen en 30 días consecutivos tan pronto como sea posible después del fallecimiento de una persona. Estas Misas son ofrecidas individualmente por el alma de una persona. La costumbre de celebrar las Misas Gregorianas por un alma en particular, demuestra que hay muchas personas que no están listan para el cielo inmediatamente después de morir, y que por eso, necesitan el poder intercesor del sacrificio de Cristo, presente en la Santa Misa. Así, el alma puede continuar su perfección en la gracia lo que le permitirá entrar finalmente en unión con la Santísima Trinidad, nuestro Dios, quien es el Amor Mismo.

El nombre de las Misas Gregorianas viene de San Gregorio Magno, quien fue Pontífice del 590 al 604. San Gregorio Magno contribuyó a la difusión de la práctica piadosa de celebrar estas Misas por la liberación de las almas del purgatorio. En sus escritos, él nos dice que celebraba las Misas en 30 días consecutivos por el eterno descanso del alma de Justus, un monje que había muerto en el convento de San Andrés en Roma. Al final de la última Misa, el fallecido se le apareció a uno de sus compañeros monjes anunciándole que había sido liberado de las llamas del purgatorio. 

Para mayor información manda un correo a christhian_gabriel_responde (@) yahoo.com.mx  o al teléfono  en México nueve-seis-uno / tres-siete-seis / siete-tres / ocho-siete


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TRES OBISPOS DE KAZAJISTAN PUBLICAN «Profesión de las verdades inmutables respecto del matrimonio sacramental


TRES OBISPOS DE KAZAJISTAN PUBLICAN «Profesión de las verdades inmutables respecto del matrimonio sacramental

Después de la publicación de la Exhortación Apostólica «Amoris laetitia» (2016) diversos obispos han emitido a nivel local, regional y nacional normas concernientes a la aplicación de la disciplina sacramental a los fieles llamados «divorciados vueltos a casar», quienes se unieron en una convivencia estable more uxorio con una persona que no es su legítimo cónyuge, pese a que esté vivo quien sí tiene esa condición, con quien está unido por un válido vínculo matrimonial.
Las normas mencionadas prevén, entre otras cosas, que en casos individuales las personas llamadas «divorciados vueltos a casar», puedan recibir los sacramentos de la Penitencia y de la Santa Comunión, pese a continuar viviendo habitual e intencionalmente more uxorio con una persona que no es su legítimo cónyuge. Tales normas han recibido a menudo aprobación de parte de diversas autoridades jerárquicas y algunas de ellas fueron inclusive dadas por buenas por la suprema autoridad de la Iglesia.
La difusión de dichas normas pastorales eclesiásticamente aprobadas han causado una notable y creciente confusión entre fieles y en el clero; confusión ésta que toca manifestaciones centrales de la vida de la Iglesia, como lo son el matrimonio sacramental que da origen a la familia, la iglesia doméstica y el sacramento de la Santísima Eucaristía.
Según la doctrina de la Iglesia sólo el vínculo matrimonial sacramental constituye una iglesia doméstica (cf. Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 11). La admisión de los fieles «divorciados vueltos a casar» a la Santa Comunión, que es la expresión máxima de la unidad de Cristo-Esposo con Su Iglesia, significa en la práctica un modo de aprobación y legitimación del divorcio y, en ese sentido, una especie de introducción del divorcio en la Iglesia.
Las mencionadas normas pastorales se revelan de hecho y con el tiempo un medio de difusión de la «plaga del divorcio», expresión usada por el Concilio Vaticano II (cf. Gaudium et spes, 47). Se trata de una difusión de esta «plaga del divorcio» inclusive en la propia vida de la Iglesia, cuando Ésta debería ser en cambio - a causa de su fidelidad incondicional a la doctrina de Cristo - un baluarte y una señal inconfundible de contradicción contra la plaga del divorcio cada vez más difusas en la sociedad civil.
De modo inequívoco y sin admitir ninguna excepción Nuestro Señor y Redentor Jesucristo ha reconfirmado solemnemente la voluntad de Dios en lo que dice respecto a la prohibición absoluta del divorcio. Una aprobación y legitimación de la violación de la sacralidad del vínculo matrimonial, aunque lo sea indirectamente por medio de la mencionada nueva disciplina sacramental, contradice en modo grave la expresa voluntad de Dios y Su mandamiento. Tal práctica representa por lo tanto una alteración substancial de la disciplina sacramental bimilenaria de la Iglesia. Además, con el correr del tiempo, una disciplina substancialmente alterada acarreará también una alteración de la correspondiente doctrina.
El constante Magisterio de la Iglesia, comenzando por las enseñanzas de los Apóstoles y de todos los Sumos Pontífices, ha conservado y trasmitido fielmente ya sea en la doctrina (en la teoría), ya sea en la disciplina sacramental (en la práctica), de modo inequívoco, sin sombra alguna de duda y siempre en el mismo sentido y con idéntico significado (eodem sensu eademque sententia) la cristalina enseñanza de Cristo con respecto a la indisolubilidad del matrimonio.
A causa de su naturaleza divinamente establecida, la disciplina de los sacramentos no debe contradecir la palabra revelada: «Los sacramentos no sólo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman ‘sacramentos de la fe’  (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 59). «Incluso la suprema autoridad de la Iglesia no puede cambiar la liturgia a su arbitrio, sino solamente en virtud del servicio de la fe y en el respeto religioso al misterio de la liturgia» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1125). La fe católica por su propia naturaleza excluye una formal contradicción entre la fe profesada, por una parte, y la práctica de los sacramentos, por otra. En este sentido se puede entender también la siguiente afirmación del Magisterio: «El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época» (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 43) y «la pedagogía concreta de la Iglesia debe estar siempre unida y nunca separada de su doctrina» (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 33).
En vista de la importancia de la doctrina y de la disciplina del matrimonio y de la Eucaristía, la Iglesia está obligada a hablar con la misma voz. Por lo tanto, las normas pastorales que dicen respecto a la indisolubilidad del matrimonio no deben contradecirse entre una diócesis y otra, entre un país y otro. La Iglesia ha observado este principio, como lo atestigua San Ireneo de Lyon, desde los tiempos de los Apóstoles: «Si bien la Iglesia esté difundida por todo el mundo hasta los extremos de la tierra, por el hecho de haber recibido de los Apóstoles y de los discípulos la fe, conserva esta predicación y esta fe con cuidado y – como si habitase en una sola casa – cree en ella de la misma manera, como si tuviese una sola alma y un solo corazón y con voz unánime, como si tuviese una sola boca, predica la verdad de la fe, la enseña y la transmite» (Adversus haereses, I, 10, 2). Santo Tomás de Aquino nos transmite el mismo perenne principio de la vida de la Iglesia: «Hay una sola y misma fe de los antiguos y de los modernos; si no, no habría una única y misma Iglesia» (Questiones Disputatae de Veritate, q. 14, a. 12c).
Permanece actual la siguiente amonestación del Papa Juan Pablo II: «La confusión, creada en la conciencia de numerosos fieles por la divergencia de opiniones y enseñanzas en la teología, en la predicación, en la catequesis, en la dirección espiritual, sobre cuestiones graves y delicadas de la moral cristiana, termina por hacer disminuir, hasta casi borrarlo, el verdadero sentido del pecado» (Exhortación Apostólica Reconciliatio et paenitenia, 18).
A la doctrina y disciplina sacramental concerniente a la indisolubilidad del matrimonio rato y consumado, es plenamente aplicable el sentido de las siguientes afirmaciones del Magisterio de la Iglesia:
  • «Pues la Iglesia de Cristo, diligente custodia y defensora de los dogmas a Ella confiados, jamás cambia en ellos nada, ni disminuye, ni añade, antes, tratando fiel y sabiamente con todos sus recursos las verdades que la antigüedad ha esbozado y la fe de los Padres ha sembrado, de tal manera trabaja por limarlas y pulirlas, que los antiguos dogmas de la celestial doctrina reciban claridad, luz, precisión, sin que pierdan, sin embargo, su plenitud, su integridad, su índole propia, y se desarrollen tan sólo según su naturaleza; es decir, el mismo dogma, en el mismo sentido y parecer» (Pio IX, Bula dogmática Ineffabilis Deus).
  • «En lo que dice respecto a la substancia de la verdad, la Iglesia tiene, frente a Dios y a los hombres, el sagrado deber de anunciarla, de enseñarla sin atenuantes, como Cristo la ha revelado y no existe ninguna condición de los tiempos que pueda dispensar del rigor de esta obligación. Ese deber liga la conciencia de todos los sacerdotes a los cuales ha sido confiado el cuidado de amaestrar, amonestar y guiar a los fieles» (Pio XII, Discurso a los párrocos y cuaresmalistas, 23 de marzo de 1949).
  • «La Iglesia no historiza, no relativiza las metamorfosis de la cultura profana, su naturaleza siempre igual y fiel a sí misma, como Cristo la quiso y la tradición la perfeccionó» (Paulo VI, Homilía dal 28 de octubre de 1965).
  • «No menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo es una forma de caridad eminente hacia las almas» (Paulo VI, Encíclica Humanae Vitae, 29).
  • «La Iglesia no cesa nunca de invitar y animar, a fin de que las eventuales dificultades conyugales se resuelvan sin falsificar ni comprometer jamás la verdad.» (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 33).
  • «De tal norma (la ley moral divina) la Iglesia no es ciertamente ni la autora ni el árbitro. En obediencia a la verdad que es Cristo, cuya imagen se refleja en la naturaleza y en la dignidad de la persona humana, la Iglesia interpreta la norma moral y la propone a todos los hombres de buena voluntad, sin esconder las exigencias de radicalidad y de perfección» (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 33).
  • «El otro es el principio de la verdad y de la coherencia, por el cual la Iglesia no acepta llamar bien al mal y mal al bien. Basándose en estos dos principios complementarios, la Iglesia desea invitar a sus hijos, que se encuentran en estas situaciones dolorosas, a acercarse a la misericordia divina por otros caminos, pero no por el de los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, hasta que hayan alcanzado las disposiciones requeridas del alma» (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Reconciliatio et paenitentia, 34).
  • «La firmeza de la Iglesia en defender las normas morales universales e inmutables no tiene nada de humillante. Está sólo al servicio de la verdadera libertad del hombre. Dado que no hay libertad fuera o contra la verdad» (Juan Pablo II, Encíclica Veritatis splendor, 96).
  • «Ante las normas morales que prohíben el mal intrínseco no hay privilegios ni excepciones para nadie. No hay ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los miserables de la Tierra: ante las exigencias morales somos todos absolutamente iguales» (Juan Pablo II, Encíclica Veritatis splendor, 96).
  • «El deber de reiterar esta no posibilidad de admitir a la Eucaristía (a los divorciados vueltos a casar) es condición de verdadera pastoralidad, de auténtica preocupación por el bien de estos fieles y de toda la Iglesia, ya que indica las condiciones necesarias para la plenitud de aquella conversión a la cual todos son siempre invitados por el Señor» (Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Declaración acerca de la admisibilidad a la Santa Comunión a los divorciados vueltos a casar, 24 de junio del 2000, n. 5).
Como obispos católicos, los cuales – según la enseñanza del Concilio Vaticano II – deben defender la unidad de la fe y de la disciplina común de la Iglesia, y buscar que surja para todos los hombres la luz de la verdad plena (cf. Lumen gentium, 23), nos vemos obligados en conciencia a profesar, ante la desenfrenada confusión, la inmutable verdad y la igualmente inmutable disciplina sacramental concerniente a la indisolubilidad del matrimonio conforme a la enseñanza bimilenaria e inalterada del Magisterio de la Iglesia. En este espíritu reiteramos:
  • Las relaciones sexuales entre personas que no están unidas entre sí por el vínculo de un matrimonio válido, como se verifica en el caso de los «divorciados vueltos a casar», son siempre contrarias a la voluntad de Dios y constituyen una grave ofensa a Dios.
  • Ninguna circunstancia o finalidad, ni siquiera una posible imputabilidad o culpa disminuída, pueden hacer de tales relaciones sexuales una realidad moral positiva y agradables a Dios. Lo mismo vale para los otros preceptos negativos de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. Ello a causa de que «existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto.» (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Reconciliatio et paenitentia, 17).
  • La Iglesia no posee el carisma infalible de juzgar sobre el estado de gracia interno de un fiel (cf. Concilio di Trento, sess. 24, cap. 1). La no admisibilidad a la Santa Comunión de los así llamados «divorciados vueltos a casar» no significa por lo tanto un juicio de su estado de gracia ante Dios, sino un juicio del carácter visible, público y objetivo de su situación. A causa de la naturaleza visible de los sacramentos y de la misma Iglesia, la recepción de los sacramentos depende necesariamente de la situación visible y objetiva de los fieles.
  • No es moralmente lícito tener relaciones sexuales con una persona que no es el propio cónyuge legítimo, para evitar un supuesto otro pecado. Ello a causa de que la Palabra de Dios nos enseña que no es lícito «hacer el mal para que venga el bien» (Rom 3, 8).
  • La admisión de tales personas a la Santa Comunión puede ser permitida solamente cuando, con la ayuda de la gracia de Dios y de un paciente e individual acompañamiento pastoral, ellas hacen un sincero propósito de cesar de allí en adelante tales relaciones sexuales y de evitar el escándalo. En ello se ha expresado siempre en la Iglesia el verdadero discernimiento y el auténtico acompañamiento pastoral.
  • Las personas que mantienen relaciones sexuales no conyugales de modo habitual, violan con tal estilo de vida el indisoluble vínculo nupcial matrimonial respecto al legítimo cónyuge. Por esta razón no son capaces de participar «en el Espíritu y en la Verdad» (cf. Jn 4, 23) en la cena nupcial eucarística de Cristo, teniendo también en cuenta las palabras del rito de la Sagrada Comunión: «¡Beatos los invitados a la Cena del Cordero!» (Ap 19, 9).
  • El cumplimiento de la voluntad de Dios, revelada en Sus Diez Mandamientos y en Su explícita prohibición del divorcio, constituye el verdadero bien espiritual de las personas aquí en la Tierra, permitiendo así que sean conducidas a la salvación de la vida eterna.
Siendo los obispos en su oficio pastoral quienes deben «velar por la fe católica y apostólica» (cf. Missale Romanum, Canon Romanus), estamos conscientes de esta grave responsabilidad y de nuestro deber ante los fieles que de nosotros esperan una profesión pública e inequívoca de la verdad y de la disciplina inmutables de la Iglesia en lo que dice respecto a la indisolubilidad del matrimonio. Por esta razón no nos es permitido callar.
Afirmamos por lo tanto en el espíritu de San Juan Bautista, de San Juan Fisher, de Santo Tomás Moro, de la Beata Laura Vicuña y de numerosos conocidos y desconocidos confesores y mártires de la indisolubilidad del matrimonio:
No es lícito (non licet) justificar, aprobar o legitimar, ni directamente ni indirectamente, ya sea el divorcio ya sea una relación sexual no conyugal estable, con una disciplina sacramental de admisión a la Santa Comunión de los así llamados «divorciados vueltos a casar», tratándose en este caso de una disciplina ajena a la entera Tradición de la fe católica y apostólica.
Haciendo esta pública profesión ante nuestra conciencia y ante Dios que nos ha de juzgar, estamos sinceramente convencidos de prestar así un servicio de caridad en la verdad a la Iglesia de nuestro tiempo y al Sumo Pontífice, Sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo sobre la Tierra.
31 de diciembre del 2017, Fiesta de la Sagrada Familia, en el año del centenario de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima.
Tomash Peta, Arzobispo Metropolitano de la archidiócesis de Santa Maria en Astana
Jan Pawel Lenga, Arzobispo, obispo emérito de Karaganda
Athanasius Schneider, Obispo auxiliar de la archidiócesis de Santa Maria en Astana