Cardenal Gerhard Müller, Prefecto Emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe
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INFOVATICANA | 16 julio, 2019
InfoVaticana
publica hoy, en colaboración con medios de todo el mundo y de manera
simultánea, la declaración que el cardenal Müller ha emitido analizando el
Instrumentum Laboris del Sínodo para la Amazonía que se celebrará en Roma el
próximo mes de octubre.
«Pues
nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo» (1 Cor
3, 11)
Sobre
el concepto de Revelación presente en el Instrumentum Laboris del Sínodo para
la Amazonía
Cardenal Gerhard Müller
1. Sobre el método del
Instrumentum Laboris (IL)
Nadie
podría cuestionar la buena voluntad de quienes están implicados en la
preparación e implementación del sínodo y su intención de hacer todo lo posible
para animar la fe católica entre los habitantes de esta amplia región de
fascinante paisaje.
La
región amazónica representa para la Iglesia y para el mundo «un pars pro toto,
un paradigma, una esperanza para el mundo» (IL 37). Ya esta asignación de su
tarea demuestra la idea de un desarrollo «integral» de todos los hombres en la
única casa que es la Tierra, de la que la Iglesia se declara ser responsable.
Esta idea la encontramos una y otra vez en el Instrumentum Laboris (IL). El
propio texto está dividido en tres partes: 1) La voz de la Amazonía; 2)
Ecología integral: el clamor de la tierra y de los pobres; 3) Iglesia profética
en la Amazonía: desafíos y esperanzas. Estas tres partes están construidas
según el esquema que también utiliza la Teología de la Liberación: ver la
situación – juzgar a la luz de los Evangelios – actuar para establecer mejores
condiciones de vida.
2. Ambivalencia en la
definición de los términos y los objetivos
Como
suele suceder con textos que han sido escritos por un grupo de trabajo, siempre
hay equipos de personas que tienen un modo de pensar similar, en los que cada
uno trabaja una parte, lo que da como resultado algunas tediosas redundancias.
Si se eliminaran todas las repeticiones, el texto quedaría fácilmente reducido
a la mitad, incluso menos.
Sin
embargo, el problema principal no es la excesiva longitud del texto, sino el
hecho de que no se aclara el significado de los términos clave, que son
utilizados de manera inflacionaria: ¿qué es un camino sinodal, qué es
desarrollo integral, qué significa una Iglesia samaritana, sinodal y abierta, o
una Iglesia de apertura, la Iglesia de los pobres, la Iglesia del Amazonas,
etc.? ¿Es esta Iglesia distinta al Pueblo de Dios, o hay que considerarla
meramente como la jerarquía del papa y los obispos, o es parte de ella, o está
en el lado opuesto a la gente? ¿Es el Pueblo de Dios un término sociológico o
teológico? ¿O no es, más bien, la comunidad de los fieles que, junto a sus
pastores, están en peregrinación hacia la vida eterna? ¿Son los obispos los que
tiene que oír el clamor del pueblo, o es Dios el que, tal como hizo con Moisés
durante la esclavitud de Israel en Egipto, les dice ahora a los sucesores de
los apóstoles que guíen a los fieles fuera del pecado y de la maldad del
naturalismo e inmanentismo secular hacia la Palabra de Dios y los Sacramentos
de la Iglesia?
3. Cambio en la
hermenéutica
¿Ha sido entregada la
Iglesia de Cristo por su Fundador, como si se tratara de un material en bruto,
en las manos de los obispos y los papas para que así estos, iluminados ahora
por el Espíritu Santo, la reconstruyan haciendo de ella un instrumento
actualizado con fines también seculares?
La
estructura del texto presenta un giro radical en la hermenéutica de la teología
católica. La relación entre Sagrada Escritura y Tradición Apostólica por un
lado, y el Magisterio de la Iglesia por otro, ha sido determinado clásicamente
de tal modo que la Revelación está plenamente contenida en la Sagrada Escritura
y la Tradición, mientras que es tarea del Magisterio -unido al sentido de fe de
todo el pueblo de Dios- interpretarla de manera auténtica e infalible. Así, la
Sagrada Escritura y la Tradición son los principios constitutivos del conocimiento
para la profesión católica de fe y su reflejo teológico-académico. El
Magisterio, por su parte, es meramente activo de una manera interpretativa y
reguladora (Dei Verbum 8-10; 24).
En
el caso del IL, sin embargo, es exactamente lo opuesto. Toda la línea de
pensamiento se vuelve autorreferencial y circula en torno a los últimos
documentos del Magisterio del papa Francisco, con algunas escasas referencias a
Juan Pablo II y Benedicto XVI. Se cita poco la Sagrada Escritura y casi nada a
los Padres de la Iglesia, sólo de manera ilustrativa y con el fin de apoyar
convicciones que ya son preexistentes por otras razones. Tal vez se desea así
mostrar una especial lealtad al papa, o tal vez se crea que es posible evitar
los desafíos del trabajo teológico cuando se hacen constantes referencias a
palabras clave muy conocidas, y a menudo repetidas, que los autores llaman, de
una manera bastante chapucera, «el mantra de Francisco» (IL 25). Este halago es
llevado a su extremo cuando los autores añaden, después de afirmar que «el
sujeto activo de la inculturación son los mismos pueblos indígenas» (IL 122),
la extraña formulación, a saber: «Como ha afirmado el papa Francisco ‘la gracia
supone la cultura'». Como si hubiera sido él quien ha descubierto este axioma,
que es en realidad un axioma fundamental de la propia Iglesia católica. En el
original, la Gracia supone la Naturaleza, del mismo modo que la Fe supone la
Razón (véase santo Tomás de Aquino, S. th. I q.1 a.8).
Además
de confundir los papeles del Magisterio por un lado, y de la Sagrada Escritura
por el otro, el IL llega hasta el punto de afirmar que hay nuevas fuentes de la
Revelación. IL 19 afirma: «Además, podemos decir que la Amazonía -u otro
espacio territorial indígena o comunitario- no es solo un ubi (un espacio
geográfico), sino que también es un quid, es decir, un lugar de sentido para la
fe o la experiencia de Dios en la historia. El territorio es un lugar teológico
desde donde se vive la fe, es también una fuente peculiar de revelación de
Dios. Esos espacios son lugares epifánicos en donde se manifiesta la reserva de
vida y de sabiduría para el planeta, una vida y sabiduría que hablan de Dios».
Si aquí se declara que un cierto territorio es «una fuente secular de
revelación de Dios», entonces tenemos que afirmar que es una enseñanza falsa,
puesto que durante dos mil años la Iglesia católica ha enseñado de manera
infalible que la Sagrada Escritura y la Tradición Apostólica son las únicas
fuentes de la Revelación y que no se puede añadir ninguna otra Revelación a lo
largo de la historia. Como afirma Dei Verbum, «no hay que esperar ya ninguna
revelación pública» (4). La Sagrada Escritura y la Tradición son las únicas
fuentes de la Revelación, tal como explica Dei Verbum en el n. 7: «Por
consiguiente, esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura de ambos
Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra
contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verlo
cara a cara». «La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen
un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia» (Dei
Verbum 10).
Además
de estas desconcertantes afirmaciones y referencias, la organización Rete
Ecclesiale Panamazzonica (=REPAM) -a la que se le encargó la preparación del
IL, en virtud de lo cual fue fundada en 2014-, así como los autores de la
llamada Theologia india, normalmente se citan a ellos mismos.
Es
una sociedad cerrada de personas con el mismo punto de vista sobre el mundo,
tal como se puede observar fácilmente en la lista de nombres de los encuentros
pre-sinodales que tuvieron lugar en Washington y Roma, que contiene un número
desproporcionadamente alto de europeos de habla alemana.
Son
inmunes a las objeciones serias porque estas pueden estar basadas sólo en un
doctrinarismo y dogmatismo monolítico, o en un ritualismo (IL 38; 110; 138),
así como en un clericalismo que es incapaz de dialogar (IL 110), y en el rígido
modo de pensar de los fariseos y en el orgullo de la razón de los escribas.
Razonar con estas personas sería una pérdida de tiempo y un esfuerzo vano.
No
todos ellos tienen experiencia con Sudamérica y están presentes sólo porque
siguen la línea oficial y controlan los temas del camino sinodal que han
emprendido la Conferencia Episcopal alemana y el Comité Central de los
católicos alemanes (abolición del celibato, acceso de las mujeres al sacerdocio
y a posiciones clave contra el clericalismo y fundamentalismo, adaptar la
moralidad sexual revelada a la ideología de género y apreciación de las
prácticas homosexuales).
Yo
he estado en servicio en el campo pastoral y teológico en Perú y otros países
durante quince años consecutivos, cada 2-3 meses. Estaba mayormente en
parroquias y seminarios sudamericanos, por lo que mi juicio no tiene una mera
perspectiva eurocéntrica, tal como algunos desearían reprocharme.
Todos
los católicos estarán de acuerdo con una importante intención del IL, a saber:
que los pueblos de la Amazonía no sigan siendo objeto del colonialismo y
neocolonialismo, sujetos a fuerzas que sólo piensan en el provecho y el poder,
a costa de la felicidad y la dignidad de los demás. Está claro para la Iglesia,
la sociedad y el Estado que la gente que vive allí -sobre todo nuestros
hermanos y hermanas católicos-, son iguales y libres en sus vidas y trabajos,
su fe y su moralidad, y esto es nuestra responsabilidad común ante Dios. Pero,
¿cómo se puede alcanzar?
4. El punto de partida
es la Revelación de Dios en Jesucristo
Sin
duda, la proclamación del Evangelio es un diálogo, que corresponde a la Palabra
(=Logos) de Dios dirigida a nosotros y nuestra respuesta en el don libre de la
obediencia a la fe (Dei Verbum 5). Porque la misión viene de Cristo el
Dios-Hombre y porque Él pasó Su Misión desde el Padre a Sus Apóstoles, las
alternativas del enfoque dogmático «desde arriba» hacia el enfoque
pedagógico-pastoral «desde abajo» no tienen sentido, sólo si se rechaza el
«principio divino-humano del caso pastoral» (Franz Xaver Arnold).
Pero
el hombre es el destinatario del mandato misionero universal de Jesús (Mateo
28, 19), «el mediador universal y único de la salvación entre Dios y toda la
humanidad» (Juan 14, 6; Hechos 4, 12; 1 Tim 2, 4 sig.) y el hombre puede
reflexionar, con la ayuda de la razón, sobre el sentido de la vida entre el nacimiento
y la muerte, y su vida está sacudida por las crisis existenciales de la
existencia humana, y pone su esperanza, en la vida y en la muerte, en Dios, el
origen y la meta de todo ser.
Una
cosmovisión con sus mitos y el mágico ritual de la Madre «Naturaleza», o de sus
sacrificios a los «dioses» y espíritus que nos causan un gran miedo, o que nos
tientan con falsas promesas, no pueden ser un enfoque adecuado para la venida
del Dios Trino en Su Palabra y en Su Espíritu Santo. Mucho menos puede ser un
enfoque con un punto de vista científico-positivista de una burguesía
progresista que acepta el cristianismo como un cómodo vestigio de valores
morales y ritos civiles-religiosos.
Seamos
serios, ¿acaso en la formación de los futuros pastores y teólogos debe sustituirse
el conocimiento de la filosofía clásica y moderna, de los Padres de la Iglesia,
de la teología moderna y de los concilios por la cosmovisión amazónica y la
sabiduría de los antepasados con sus mitos y rituales?
Si
la expresión «cosmovisión» significa sólo que todas las cosas creadas son
interdependientes, es un tópico. Debido a la sustancial unión del cuerpo y el
alma, el hombre está en el cruce del entramado del espíritu y la materia. Pero
la contemplación del cosmos es sólo la ocasión para glorificar a Dios y su
maravilloso trabajo en la naturaleza y la historia. El cosmos, sin embargo, no
tiene que ser adorado como Dios; sólo el Creador debe serlo. No nos
arrodillamos ante el enorme poder de la naturaleza y ante «los reinos del mundo
y su gloria» (Mateo 4, 8), sino sólo ante Dios: «Al Señor, tu Dios, adorarás y
a él solo darás culto» (Mateo 4, 10). Es así como Dios rechazó al diabólico
seductor en el desierto.
5. La diferencia entre
la Encarnación de la Palabra y la inculturación como vía de evangelización
La
«teología indígena y la ecoteología» (IL 98) son un invento de los románticos
sociales. La teología es la comprensión (intellectus fidei) de la Revelación de
Dios en Su Palabra en la Profesión de Fe de la Iglesia, y no una nueva y
continua mezcla de sentimientos del mundo y de puntos de vista del mundo o de
constelaciones religioso-morales del sentimiento cósmico todo-en-uno, la mezcla
de los sentimientos del propio yo con los del
mundo (hen kai pan). Nuestro mundo natural es la creación de un Dios
Personal. La fe en el sentido cristiano es, por lo tanto, el reconocimiento de
Dios en Su Palabra Eterna que se hizo Carne: es la iluminación del Espíritu
Santo para que reconozcamos a Dios en Cristo. Con la fe, se nos comunican las
virtudes sobrenaturales de la esperanza y la caridad. Así es como nos
comprendemos a nosotros mismos como hijos de Dios, quien, a través de Cristo,
llama a Dios en el Espíritu Santo, Abba, Padre (Rom 8, 15). Depositamos nuestra
confianza en Él, y Él nos convierte en Sus hijos, libres del miedo a las
fuerzas elementales del mundo y a las apariencias demoníacas, dioses y
espíritus, que con malicia nos esperan en el carácter impredecible de las
fuerzas materiales del mundo.
La
Encarnación es un hecho único en la historia que Dios determinó libremente con
Su deseo universal de salvación. No es una inculturación, y la inculturación de
la Iglesia no es una encarnación (IL 7;19;29;108). No fue Ireneo de Lyon, en su
V libro Adversus haereses (IL 113), sino Gregorio Nacianceno el que formuló el
principio: «quod non est assumptum non est sanatum – lo que no es asumido no es
redimido» (Ep. 101, 32). Lo que significa la plenitud de la naturaleza humana
contra lo afirmado por Apolinar de Laodicea (315-390), que pensaba que el Logos
en la Encarnación sólo asumía una naturaleza, sin alma humana. Por esta razón
la siguiente frase es totalmente abstrusa: «La diversidad cultural reclama una
encarnación más real para asumir diversos modos de vida y culturas». (IL 113)
La
Encarnación no es el principio de una adaptación cultural secundaria, sino el
principio principal de la salvación concreta en la «Iglesia como sacramento de
salvación del mundo en Cristo» (Lumen Gentium 1, 48), en la profesión de fe de
la Iglesia, en sus siete sacramentos y en su episcopado con el papa a la
cabeza, en sucesión apostólica.
Los
ritos secundarios de las tradiciones de los pueblos pueden ayudar a inculcar la
cultura de los sacramentos, que son los medios de salvación instituidos por
Cristo. Sin embargo, no pueden ser independientes porque, por ejemplo, de
repente costumbres matrimoniales pueden convertirse en más importantes que la
Palabra-Sí [“Ja-Wort”], constitutiva del Sacramento del matrimonio. Los signos
sacramentales, instituidos por Cristo y los apóstoles (símbolos de palabra y
materiales) no pueden cambiarse a cualquier precio. El bautismo es administrado
de manera válida sólo si es en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo, y con agua natural. Y en la Eucaristía no se puede reemplazar con comida
local el pan hecho de trigo y el vino hecho con uva. Hacerlo no sería
inculturación, sino una inadmisible interferencia con el deseo de Jesús como
fundador [“Stiftungswillen”] y también sería destruir la unidad de la Iglesia
en su centro sacramental.
Cuando
la inculturación se refiere a la celebración externa secundaria del culto
divino y no a los sacramentos -que es ex opere operato, a través de la
presencia viva de Cristo, el fundador y el verdadero dador de Gracia en estos
signos sacramentales-, entonces la siguiente frase es escandalosa, o como
mínimo, desconsiderada: «Sin esta inculturación la liturgia puede reducirse a
una ‘pieza de museo’ o ‘una posesión de pocos'». (IL 124)
Dios
no sólo está en todas partes y presente de igual manera en todas las
religiones, como si la Encarnación fuera meramente un fenómeno típico
mediterráneo. De hecho, Dios como Creador del mundo está presente como un todo
y en cada corazón humano individualmente (Hechos 17, 27 y sig.), incluso si los
ojos del hombre a menudo están cegados por el pecado, y sus oídos están sordos
al Amor de Dios. Pero Él viene por medio de la Revelación de sí mismo en la
historia de Su pueblo elegido, Israel, y viene a nosotros en su Palabra
Encarnada y en el Espíritu que infundió en nuestros corazones. Esta
comunicación de sí mismo que hace Dios como Gracia y vida de cada hombre se
difunde en el mundo mediante la proclamación de la Iglesia de su vida y su
culto, es decir, mediante la misión en el mundo según el mandato universal que
recibió de Cristo.
Sin
embargo, Él se anticipa y trabaja con la ayuda de la Gracia en los corazones de
esos hombres que aún no le conocen expresamente y por Su nombre, por lo que,
cuando oyen hablar de Él en la proclamación apostólica, pueden identificarle
como el Señor Jesús, en el Espíritu Santo (1 Cor 12, 3).
6. El criterio de
discernimiento: la comunicación histórica de Dios en Jesucristo
Lo
que falta en el IL es un testimonio claro de la comunicación de Dios en el
verbum incarnatum, de la sacramentalidad de la Iglesia, de los Sacramentos como
medio objetivo de la Gracia en lugar de meros símbolos autorreferenciales, del
carácter sobrenatural de la Gracia, por lo que la integridad del hombre no
consiste sólo en la unidad con una bio-naturaleza, sino en la Filiación Divina
y en la comunión llena de gracia con el Espíritu Santo y, por lo tanto, en el
hecho de que la vida eterna es el premio por la conversión a Dios, la
reconciliación con Él, y no sólo con el medio ambiente y nuestro mundo
compartido.
No
se puede reducir el desarrollo integral sólo al suministro de recursos
materiales. Porque el hombre recibe su nueva integridad sólo mediante la
perfección en la Gracia; ahora en el Bautismo, por el que nos convertimos en
nuevas criaturas y en hijos de Dios, y un día en la Visión Beatífica en la
comunidad del Padre, y el Hijo, y del Espíritu Santo y en comunión con Sus
santos (1 Juan 1, 3; 3, 1 y sig.).
En
lugar de presentar un enfoque ambiguo con una religiosidad vaga y un intento
inútil de convertir al cristianismo en una ciencia de la salvación al
sacralizar el cosmos y la biodiversidad de la naturaleza y la ecología, tenemos
que mirar el centro y origen de nuestra fe: «Dispuso Dios en su sabiduría
revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el
cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre
en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina» (Dei Verbum
2).
Traducido
para InfoVaticana por Verbum Caro.
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