Llamamos Nuevo
Orden Mundial (NOM) a una serie de tendencias ideológicas, disposiciones
legales y cambios masivos en la escala de valores de naciones enteras, según
patrones que vemos repetirse en muy diversos lugares, a una escala que solo
podemos llamar global.
Es difícil establecer qué clase de poderes
centrales están detrás del NOM, en buena parte porque la eficacia de su modo de obrar también depende de mantenerse ocultos
y actuar detrás de poderes que la gente considera legítimos.
Lo que sí podemos asegurar es que hay unas siete
estrategias repetidas a las que hay que conocer y de las que hay que advertir:
1. El
Neo-marxismo. Imitando el modo de obrar del antiguo marxismo, el
neomarxismo se fija en sectores de la población que puedan sentirse vulnerados
o menospreciados y trata de despertar en ellos conciencia de clase y alianzas
fuertes para conquistar el poder. Esta estrategia se ha observado en un número
de comunidades que siguen la Teología de la Liberación, y también en el lobby
lgbt y en la mayor parte de los movimientos feministas.
2. La
socialización de la adicción. Los gobiernos saben que los efectos propios
de las adicciones favorecen el esquema social de “esclavos felices” que serán
incapaces de resistir, organizarse o cambiar la dinámica del poder. Estos
efectos son: el individualismo y la notable disminución de las capacidades
intelectuales y volitivas. Por eso al NOM le sirve que pronto seamos adictos de
la marihuana, la pornografía, el juego, el licor, o lo que sea.
3. El
racionalismo y el cientificismo. Se trata de “inflamaciones” de la
capacidad racional del ser humano, que quiere tomar como criterio último de
verdad lo que puede entender y controlar, o lo que puede verificar
empíricamente. Esto sirve al NOM para desconectar a las personas de los valores
tradicionales de sus familias, y sobre todo, de la fe católica. Además, el
cientificismo consagra como “sacerdotes” de una nueva autoridad social a
quienes presenten algo–cualquier cosa, incluso mentiras patentes–como “dato
científico.”
4. El
subjetivismo-relativismo. Lo propio del subjetivismo es afirmar que todas
las opiniones son igualmente respetables por el hecho de que todas las personas
son igualmente respetables. De ese modo, la atmósfera subjetivista renuncia a
la verdad, o más frecuentemente, exacerba el valor de ciertas verdades y
derechos mientras que omite gravemente a otros. De nuevo, la consecuencia es:
desconectar a las personas y aislarlas en sus criterios y gustos, para hacerlas
más vulnerables y manipulables.
5.
Desactivación o debilitamiento de las instancias intermedias: soledad del
individuo frente al poder del Estado. Es decir, agrietar el derecho de
asociación. Fundamentalmente se trata de que el individuo esté SOLO,
desconectado de la ley, de la familia, del pasado, de la Iglesia, para que cada
uno de nosotros sea solo un consumidor del Mercado y un ciudadano del Estado.
Así aislados, podremos gruñir o lamentarnos pero no reaccionar de modo eficaz:
nuestra voz será ahogada en la cacofonía de quienes repiten los discursos
políticamente correctos.
6. Uso de
astuto de verdades parciales. Confirmación y divulgación masiva de
“paquetes” de hechos verdaderos, y a la vez sucios y vergonzosos, que afianzan
la idea de que la existencia misma de la Iglesia es un daño para la sociedad y
que la Iglesia de ningún modo puede ser creíble. Es lo que se ha hecho con esos
informes que recogen décadas de denuncias de abusos de sacerdotes. Por
supuesto, los inmensos bienes que ha traído la fe quedan en silencio.
7.
Infiltración de enemigos de la Iglesia dentro del clero católico para destruir
desde dentro. Paralelamente, y en clara simbiosis, establecimiento de
círculos de homosexualidad masculina, como filtros que controlan quién logra o
sostiene posiciones de gobierno en la Iglesia.
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